UN LIBRO RECORRE 34 JARDINES PRIVADOS DE BARCELONA. Resulta sorprendente que una ciudad con tan poco verde urbano como Barcelona mantenga intramuros, a recaudo de miradas indiscretas, tras rejas cubiertas por densas yedras o tapias desangeladas, unas joyas llenas de vegetación como las que recogen la historiadora del arte Isabel Cordero y la periodista Isabel de Villalonga, junto al fotógrafo Luis Plana del Llano, en el libro Jardins secrets de Barcelona (Àmbit). El sustantivo «joyas» lo emplea en un hermoso prólogo el arquitecto Óscar Tusquets para definir estos rincones que han sobrevivido a la contaminación y el cemento, pero es seguro que la definición la hará suya todo aquel que observe los ejemplos propuestos en la obra.


Cordero y Villalonga explican que los 34 jardines recopilados son simplemente una muestra de las diferentes tipologías presentes en Barcelona, unas veces discretos y otras sorprendentemente amplios: desde un claustro medieval con naranjos hasta una antigua casa de campo en la ladera de Collserola que fue absorbida por el crecimiento de la ciudad; desde un antiguo aparcamiento reconvertido recientemente en terraza de hotel hasta una magnífica azotea en la que crecen árboles con vistas a la iglesia de Santa María del Mar, y desde un ordenado proyecto paisajístico hasta una encantadora selva que trepa en unos bajos del barrio de Sant Gervasi.
En la mayoría de los jardines se omite el nombre de los propietarios, pero sí sabemos que algunos pertenecen o pertenecieron a influyentes familias barcelonesas como los Cambó, los Bertran o los Pomés, a veces tras haber pasado por diversas generaciones. Este es el caso del Bosc o Bosque Bertran, que con sus dos hectáreas es el mayor jardín privado de Barcelona. Situado en pleno barrio del Putget, las fotos del libro permiten observar un conjunto monumental de palmeras canarias, espectaculares buganvillas que hacen compañía a estatuas neoclásicas y olivos que, casi con toda seguridad, son centenarios. La casa, que ilustra la portada del libro, data de 1875, pero los actuales jardines, modificados con el asesoramiento del arquitecto y paisajista Nicolau Rubió i Tudurí, tienen unos 70 años.


Uno de los pocos ejemplos que he tenido el placer de visitar es el jardín del centro Palo Alto, una antigua fábrica en el barrio de Poblenou que ha sido reacondicionada como sede de varias empresas dedicadas fundamentalmente al diseño, entre ellas el taller de Javier Mariscal. Lo creó el jardinero Pepichek Farriol con el objetivo de reproducir un ecosistema que va cambiando con las estaciones, como explica en el libro, y en el que se combinan multitud de trepadoras con huertos urbanos y hasta un rincón zen.
En cualquier caso, no es necesario disponer de un gran espacio para disfrutar de un magnífico jardín, como muestran las autoras de la obra. Es el caso de la arquitecta Benedetta Tagliabue, cuya vivienda en el barrio de Santa Caterina cuenta con un tupido patio en el que crece una fecunda higuera y tres magnolios, o el coqueto e íntimo jardín de la zapatería Lluc, en el barrio de Gracia, que data de 1900.
[Curiosamente, en fechas recientes se ha publicado otro libro sobre la misma materia, el Jardín Escondido / El jardí amagat (El Tinter), de Pilar Sampietro e Ignacio Somovillo. Espero tener la oportunidad de ojearlo.]