Los infatigables pinos de Cabañas

LA SIERRA DE CAZORLA COBIJA EL BOSQUE MÁS VIEJO DE ESPAÑA. En la altiplanicie de Puerto Llano, situada a unos 1.850 metros de altura, y en las laderas que desde allí llevan al pico de Cabañas, una de las cimas del parque natural de las sierras de Cazorla, Segura y las Villas, crece el bosque con los árboles más viejos de toda la península Ibérica: un rodal de Pinus nigra ssp. salzmanii con al menos tres ejemplares que alcanzan los mil años y varios centenares que superan los cuatrocientos.

La extraordinaria longevidad de los pinos salgareños o negrales de Puerto Llano, que pertenecen al término municipal de Quesada, obedece obviamente a las propias características de la especie y a las duras condiciones ambientales en donde medran, pero también a tratarse de un paraje recóndito que ha permanecido al margen de la explotación maderera que en siglos pasados transformó buena parte del actual espacio protegido.

Para acceder a la zona en automóvil hay que tomar la carretera A-315 desde Pozo Alcón o el santuario de Tíscar, y a continuación una pista sin asfaltar y en estado precario que se adentra en el parque hasta Puerto Llano -topónimo que en ocasiones también se cita como Puertollano- y luego prosigue hasta el nacimiento del Guadalquivir y Cazorla. Donde empieza el sendero que lleva hacia Cabañas, una excursión imprescindible que en días claros permite observar Sierra Nevada, se ha habilitado un pequeño aparcamiento y hay un cartel informativo. Los pinos están allí mismo.

Los pinos de Puerto Llano sobreviven en un ambiente difícil, con poca tierra fértil, viento y unas temperaturas extremas tanto en verano como en invierno

El primer cálculo de la edad de los pinos de Puerto Llano procede de un estudio de dendrocronología o recuento de los anillos de los troncos elaborado entre los años 1983 y 1996 por un equipo coordinado por José Creus Novau, climatólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto Pirenaico de Ecología, en Jaca. Aunque el análisis incluyó entonces un total de 130 pies, con posterioridad se han realizado nuevos muestreos que inciden en los mismos resultados.

Para los ejemplares vivos, lo que se hace normalmente es agujerear el tronco con una barrena que extrae un estrecho testigo donde se pueden apreciar y contar los anillos, la huella dejada en la madera por el ciclo anual de crecimiento. El tronco al completo sólo puede apreciarse cuando el árbol se quiebra debido, por ejemplo, al peso de la nieve, el viento o la caída de un rayo.

Este es el caso de un gran pino de unos 850 años analizado por investigadores de la Universidad de Barcelona (UB). El árbol se partió en 2009 de resultas de un intenso vendaval  y ahora una rodaja o sección de unos 200 kilos se encuentra expuesto en la entrada del departamento de Ecología, en la facultad de Biología. Para cortar el tronco -se obtuvieron varias rodajas- fue necesaria una motosierra de grandes dimensiones y que luego se acercara a la zona un camión con grúa. Finalmente, la sección viajó por carretera hasta Barcelona, donde fue pulida.

El interés de estos ejemplares tan longevos radica en el hecho de que los anillos que se fueron formando en su tronco, a razón de uno por año, se han convertido en una herramienta muy útil para descifrar cómo fue el clima en unos siglos en los que no había termómetros y la única información que se ha conservado son los comentarios escritos por algunos monjes sobre la bondad de las cosechas o los rigores del invierno. «Este pino es un testigo de la historia que puede decirnos muchas cosas», resume Emilia Gutiérrez, profesora de la UB y especialista en dendrocronología.

«Por regla general, en los años benignos, que en España equivalen a veranos lluviosos e inviernos suaves, los árboles forman anillos más gruesos que en los años adversos», relata el investigador Octavi Planells, que junto a Elena Muntán se ha encargado de datar la rodaja en Barcelona. En un trabajo casi de relojero, las líneas de la madera se cuentan una a una con la ayuda de una lupa. Luego también pueden medirse los grosores y extraer conclusiones: en un ejemplo extremo, una sucesión de varios anillos finos es un indicio de que el clima en la zona fue duro y de ello puede inferirse, con todas las cautelas necesarias, que hubo malas cosechas y quizá hambrunas.

«Iglesias y otros edificios también pueden ser datados analizando las vigas de madera», prosigue Planells. Si se sabe dónde se encuentra el bosque de procedencia, se puede buscar un árbol viejo y comparar los registros de los anillos.

Sin embargo, el cómputo se complica a menudo porque los anillos pueden no crearse en los peores años de sequía o bien deformarse por efecto de rayos, infecciones o para hacer frente a la inclinación del terreno, como le sucede al pino analizado en la UB, cuya médula está desplazada hacia un lado. Así pues, es necesario estudiar varios árboles del mismo rodal para estandarizar el cálculo. Y como no es habitual hallar árboles caídos de este calibre, lo que se suele hacer es extraer testigos.

En Puerto Llano, las duras condiciones climáticas, con heladas desde mediados de septiembre hasta junio, y especialmente el suelo calizo con poca tierra fértil han impedido que los árboles crecieran hasta constituir un auténtico bosque y lo que se aprecia son pies sueltos con aspecto adehesado, rodeados de un sotobosque de enebros y sabinas rastreras. Los pinos suelen ser de copa achaparrada por efecto del viento, aunque hay ejemplares que superan los 25 metros de altura.

El pino laricio de mayor edad localizado por Creus tenía una edad estimada de 1.058 años en 1996 y se encontraba en buen estado, según escribía el propio especialista, lo que significa que hay muchas posibilidades de que siga vivo. «En la zona hay un elevado número de pinos que superan los 600 años -proseguía-. Su estado sanitario general permite pensar que su vida aún puede prolongarse mucho, de manera que merece la pena dedicar medios y cuidados cuando las circunstancias lo requieran».

Los mayores pinos que ilustran este texto, fotografiados en los veranos de 2012 y 2021, tienen una circunferencia de entre 3,80 y 4,16 metros, lo que, extrapolando los resultados de Creus -manteniendo el ritmo estable de crecimiento del tronco-, significa que su edad estimada supera ampliamente los 500 años.

Comparte

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *