EL SECRETO ‘PINUS LONGAEVA’ DE TOM HARLAN. Tom Harlan, un técnico especialista en dendrocronología o estudio de los anillos de los árboles que durante décadas trabajó para la Universidad de Arizona, falleció en 2013 sin haber revelado el emplazamiento exacto de un ejemplar de Pinus longaeva que, según aseguraba, era el árbol más viejo de la Tierra. Al parecer, el espécimen seguía vivo en 2012 en un lugar poco transitado de las Montañas Blancas de California con una edad de 5.062 años, más incluso que Methuselah (Matusalén) y el malogrado Prometeus (Prometeo), dos famosos ejemplares de la misma especie que durante décadas se han repartido los laureles con una estimación de 4.800-4.900 años de historia. Sin embargo, el obituario de Harlan publicado por la Universidad de Arizona no mencionaba para nada el descubrimiento de este misterioso árbol.

Según el testimonio de Harlan, el árbol lo había descubierto hacía sesenta años el profesor Edmund Schulman, que fue uno de los primeros científicos que recabó en la extraordinaria longevidad de esta especie propia del suroeste de Estados Unidos, pero no llegó a analizar con detalle el testigo que extrajo con una barrena porque en 1958 le sobrevino la muerte. Mucho tiempo después, el propio Harlan rescató los análisis, obtuvo nuevos datos y descubrió la verdadera edad. Al no localizar la más mínima referencia científica que acreditara este hecho, escribí a Rex Adams, profesor de la Universidad de Arizona que conoció personalmente a Harlan, y su respuesta es que daba crédito a la historia. «Harlan me dijo que el árbol seguía vivo y en buen estado, pero que no quería que le sucediera lo mismo que a Matusalén. Su principal preocupación era la seguridad», comenta Adams por correo electrónico, rememorando la situación del famoso ejemplar de nombre bíblico, que sufrió mutilaciones en varias ramas tras hacerse público que era el más viejo del mundo. «Así que, hasta donde yo sé, Harlan no dio a conocer la ubicación», prosigue Adams.
Las Montañas Blancas son una serie de escarpadas sierras que se extienden a lo largo de unos cien kilómetros por el sureste de California, junto a la frontera con Nevada, con una altura máxima de 4.344 metros. Todo el territorio, así como zonas aledañas, está protegido bajo la figura del Bosque Nacional Inyo.
Peter Brown, director del Laboratorio de Anillos de los Árboles de las Montañas Rocosas, en Fort Collins (Colorado), y autor de una web de referencia sobre árboles viejos, también da por válida la versión de Harlan y sitúa el misterioso árbol en primera posición entre los ejemplares conocidos en el mundo, que incluye solo especímenes no clónicos. Este último detalle es clave porque una pícea descubierta en 2004 en la provincia sueca de Dalarna, conocida como Old Tjikko, tiene un sistema de raíces subterráneas cuya edad se ha estimado en 9.500 años. Las raíces han generado troncos sucesivos con el paso del tiempo, a medida que iban muriendo los viejos (el árbol actual mide apenas cuatro metros).

Pinus longaeva -una adaptación al español sería pino longevo, aunque es poco habitual- es una pinácea de tamaño medio, tronco generalmente retorcido con corteza de color amarillo, acículas agrupadas de cinco en cinco y piñas alargadas de entre cinco y diez centímetros, entre otras características, que vive en zonas altas y muy duras climáticamente de los estados de Nevada, Utah y California. Los árboles antes citados son casos excepcionales, pero la especie hace honor a su apellido y se conocen multitud de ejemplares que nacieron antes de la fundación de Roma. «A no ser que sufran un periodo de estrés extremadamente largo o que sean alcanzados por un rayo o por un incendio, no hay razón fisiológica para que estos árboles mueran», escribe Rex Adams. Pinus longaeva está emparentado con otras dos especies también muy longevas de la misma región, Pinus aristata y Pinus balfouriana. Los tres son conocidos en inglés como Bristlecone pines o pinos de conos erizados.
Schulman no solo fue el primero en estudiar los pinos longevos de la Gran Cuenca y California, sino también en demostrar a la comunidad científica que los árboles más viejos del mundo no tenían que poseer necesariamente troncos inmensos, como sucede con las secuoyas, sino que podían adaptar su crecimiento creando anillos muy finos.

En un reportaje publicado en la revista National Geographic en 1958, Schulman identificó por primera vez varios especímenes no excesivamente gruesos que rondaban los 4.000 años, lo que avalaba la hipótesis de que la adversidad genera longevidad. Es decir, que las duras condiciones en que viven los pinos longevos les ayudan a prolongar su vida. Por término medio, la circunferencia de los pinos longevos aumenta un cuarto de milímetro cada año. La altura no supera los 15 metros.

Al haber menos recursos, los árboles tienden a producir madera más densa y más resistente a los patógenos. Además, al tratarse de pies aislados, el riesgo de incendio forestal se minimiza. El milagro de los Pinus longaeva obedece también a un sistema que le lleva a perder las ramas y quedarse prácticamente con el tronco. Sin hojas.
Para quien quiera observar los anillos, Adams recuerda que diversos fragmentos de Prometeo se encuentran expuestos en el Laboratorio de Investigación de Anillos de Árboles en la Universidad de Arizona. El público en general también puede observar una sección transversal completa en el centro de visitantes del parque nacional de la Gran Cuenca.