PROGRAMA EUROPEO LIFE TETRACLINIS. La Comisión Europea ha aprobado un programa Life cuyo objetivo es preservar y ampliar la distribución del conocido popularmente como araar, sabina mora o ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata), una cupresácea mediterránea cuyo único enclave actual en España se encuentra en el sureste de la región de Murcia, concretamente en la llamada Sierra Minera de Cartagena-La Unión.
Las manchas o formaciones de Tetraclinis articulata en la comunidad murciana, que en total no superan las 600 hectáreas, han sido catalogadas como hábitat prioritario a escala comunitaria porque son la única representación de la especie en el territorio continental europeo, pero lo curioso del caso es que diversos científicos locales se muestran escépticos con el programa porque consideran que el ciprés de Cartagena es una planta alóctona, posiblemente traída por los fenicios o algún otro pueblo navegante. Sea autóctona o no, lo cierto es que el araar o ciprés de Cartagena está presente en la zona desde hace milenios, nunca ha mostrado un carácter invasor y se ha convertido en uno de los símbolos de la comarca y en una rareza que es necesario mantener. El proyecto Life Tetraclinis cuenta con un presupuesto de 1.544.000 euros, de los que la UE financia el 69%.


El araar forma bosques en las montañas del Atlas, especialmente en Marruecos, y luego tiene una población menor en la isla Malta, donde es considerado el árbol nacional. En total, se calcula que en el norte de África hay un millón de hectáreas en bosques monoespecíficos o combinada con otras especies como pino carrasco y encina. En el caso de España, y al margen de la población de Cartagena, unos pocos pies de gran tamaño y sin duda centenarios fueron descubiertos en 1997 en el parque nacional de Doñana, aunque su origen también es motivo de controversia porque, entre otras cuestiones, parecen mantener una alineación. Además, no es extraño observar ejemplares ornamentales en diversas ciudades de climas suaves, como Alicante, Barcelona, Cádiz y Valencia.

En la sierra de Cartagena, la mejor manera de contemplar sabinas moras es posiblemente desplazarse a la Peña del Águila y al Monte de las Cenizas, dos cerros protegidos bajo la figura de parque regional desde 1992 en los que también medran palmitos y dos arbustos espinosos muy escasos: el arto (Maytenus senegalensis) y el cornical (Periploca anustifolia). La zona, que cuenta con varios senderos señalizados, resultó muy afectada por un incendio forestal en 2011.
Los cipreses de Cartagena no fueron catalogados como tales hasta hace un siglo. En la zona eran conocidos como sabinos, por sus similitudes con la sabina albar (Juniperus thurifera), aunque internacionalmente el nombre más extendido ahora es el de origen árabe: araar (gharghar en Malta). También se les llama cipreses del Atlas, alerces africanos o tuyas de Berbería.
El araar es un pequeño árbol de aspecto desordenado que suele medir entre cuatro y siete metros de altura, aunque en buenas condiciones adquiere una forma ovoide y puede superar los quince. Lo más característico de la especie es la disposición de sus diminutas hojas (2 mm), que son como pequeñas escamas, y sus piñas o conos masculinos, más pequeños que en los cipreses (4 mm).
Puede llegar a vivir 500 años. Como subraya el programa Life, «crece en terrenos secos y soleados, con suelos por lo general poco profundos y pedregosos, constituyendo una formación vegetal arbórea abierta, de ejemplares dispersos».
Quienes defienden el carácter alóctono del araar se basan en el perfil genético. Según un estudio realizado por otro grupo también de la Universidad de Murcia, los ejemplares de Cartagena están más cerca de los que medran en Malta y Túnez que de los que lo hacen en Marruecos y Argelia, una situación anómala atendiendo a la proximidad geográfica. Pedro Sánchez Gómez, profesor de botánica y coordinador del estudio, muestra también su extrañeza por el hecho de que no haya araares en otros puntos de la región más proclives climáticamente, como sierra Espuña y Carrascoy. En todo caso, se trataría de una introducción muy antigua, como prueban algunos yacimientos arqueológicos que sugieren que ya había araares hace 4.000 años, y además sin efectos negativos. De hecho, una posibilidad es que los fenicios agotaran las poblaciones autóctonas y decidieran traer nuevos especímenes desde Túnez.
El araar está incluido como especie vulnerable en la lista roja de la flora española y en el catálogo regional de flora silvestre protegida. Los investigadores Miguel Ángel Esteve y Jesús Miñano, de la Universidad de Murcia, contabilizaron en un exhaustivo estudio publicado en 2010 que solo quedaban 8.455 pies, de los cuales unos 2.800 se vieron afectados al año siguiente por el incendio acaecido en la Peña del Águila. De hecho, si el araar se considera autóctono de Europa, constituye entonces uno de los bosques naturales más escasos del continente junto al abeto de Sicilia (Abies nebrodensis), la zelkova de Creta (Zelkova abelicea) y el pinsapo (Abies pinsapo). En cualquier caso, las poblaciones han aumentado de manera notable con respecto a un anterior censo de 1989 al protegerse el territorio y disminuir la presión del pastoreo. En los zonas afectadas por el fuego el rebrote se ve dificultado por la competencia con el pino carrasco.
El araar o ciprés de Cartagena está incluido como especie vulnerable en la lista roja de la flora española
Además de servir para leña y alimentar el ganado, el araar es empleado en África del norte para obtener la denominada sandara o sandáraca, que se emplea para barnices y en remedios de medicina natural (en Marruecos se consume como infusión para sanar afecciones pulmonares). Su hermosa madera se usa también en artesanía.
Pingback: Aventura por Marruecos | El Rincón del Trotamundos