UNA VISITA AL ÁRBOL MÁS VIEJO DE PARÍS. Basta cruzar el Sena por el pequeño Pont au Double, uno de los ocho puentes que comunican la Île de la Cité con el resto de París, para olvidar por completo la vorágine turística de Notre-Dame y alcanzar un apacible parque que protege del estruendo el árbol más viejo de la ciudad. Se trata de la robinia o falsa acacia del Square René-Viviani, un ejemplar de tronco tortuoso y aspecto decadente que sobrevive al paso del tiempo con la ayuda de unos antiestéticos refuerzos de hormigón. Según la versión más conocida, tal como recuerda un cartel instalado en el propia plaza, la singular robinia fue plantada en 1601 por Jean Robin (1550-1639), boticario y botánico parisiense que trabajó al servicio de los reyes Enrique III, Enrique IV y Luis XIII.
Robin acabaría siendo director del afamado Jardin des Plantes, pero el primer gran encargo real que recibió fue la creación de un jardín de plantas medicinales en el extremo este de la Île de la Cité, junto a Notre-Dame. En él, Robin cultivaba especies exóticas que le traían sus allegados de todo el mundo. El Catalogus stirpium de plantas presentes en el pequeño vergel llegó a incluir un total de 1.300 especies, lo que con toda seguridad constituía una de las colecciones botánicas más variadas del mundo en el siglo XVII.


En un momento en que causaban furor las coloridas flores venidas de los Mares del Sur, Robin fue uno de los primeros en interesarse por los especímenes propios de América del norte, más fácilmente adaptables al clima de París y, por tanto, más interesantes desde un punto de vista productivo.
Así, para investigar las propiedades imputrescibles de su madera y sus posibilidades como árbol melífero, Robin plantó en ese jardín una robinia a partir de semillas traídas desde los Apalaches por su amigo el naturalista inglés John Tradescant el Viejo. Luego la trasplantó al emplazamiento actual del Square Viviani, junto a la iglesia medieval de Saint-Julien-le-Pauvre. Según el registro municipal de árboles singulares, la robinia tiene actualmente un tronco de 3,85 metros de circunferencia y un altura de 12 metros.
La versión alternativa de la historia sostiene que no fue exactamente Robin, sino su hijo Vespasien, también destacado botánico, quien, pocos años después, plantó a partir del árbol fundador una robinia en la plaza Viviani y, posteriormente, otra en el Jardin des Plantes. Un motivo que lleva a sospechar de la versión «oficial» es que en el catálogo paterno del jardín de Notre-Dame no figura ninguna acacia o nada que se le parezca. En cualquier caso, tanto si fue Robin como si fue su hijo, lo cierto es que el vetusto ejemplar, que todavía florece con vivacidad, no sólo es el árbol más viejo de París, sino probablemente la primera robinia que creció en territorio europeo. En Gran Bretaña no se documenta un ejemplar hasta 1631.


Las robinias fueron una de las primeras especies americanas que se expandieron por Europa como árbol urbano y de jardines. Y no sólo tuvieron un éxito adaptativo, sino que se han asilvestrado por doquier y ahora son consideradas plantas invasoras. Jean Robin jamás imaginó que llegarían tan lejos.
Durante mucho tiempo, las robinias fueron consideradas acacias debido al parecido de sus hojas compuestas y al fruto en forma de legumbre, típico de las leguminosas. De hecho, pasó más de un siglo hasta que Carl von Linné la incluyera en un nuevo género y, en honor a Jean Robin y su hijo Vespasien, la bautizara científicamente como Robinia pseudoacacia. Ello no ha evitado, sin embargo, que en muchos países sigan siendo conocidas como acacias o acacias negras.