Arden los bosques de Gondwana

CRISIS FORESTAL EN LA ISLA DE TASMANIA. La isla de Tasmania, hogar de algunos de los bosques mejor conservados del mundo, ha sufrido en las últimas semanas unos devastadores incendios que, según reportan los medios locales, han devorado 107.000 hectáreas, incluyendo unas 10.000 del territorio que en 1982 fue catalogado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Es probablemente la mayor crisis forestal que padece la isla del sur de Australia desde la llegada de los primeros colonos europeos a finales del siglo XVIII.

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Área de conservación Central Plateau, una de las zonas afectadas. Foto: Dan Broun

Entre los efectos resulta particularmente dolorosa la pérdida de ejemplares milenarios de Athrotaxis cupressoides, Athrotaxis selagionoides y Lagarostrobos franklinii, coníferas herederas de la vegetación que había en Gondwana hace 200 millones de años. También han muerto wallabis, wómbats y otros mamíferos marsupiales de poblaciones muy reducidas. «Es la devastación absoluta. Hay kilómetros y kilómetros de tierra quemada. Todo está muerto», ha declarado al diario australiano ABC el fotógrafo Dan Broun, que ha plasmado en unas imágenes desoladoras los efectos del fuego. Los bomberos tienen grandes dificultades para trabajar porque los incendios se propagan a través de la turba subterránea sin llegar a emerger en forma de llamas.

FINAL TASMANIA

A finales del Triásico, hace unos 180 millones de años, el supercontinente Pangea, que agrupaba en una única masa todas las tierras emergidas del planeta, empezó a dividirse en dos porciones conocidas como Laurasia, situada al norte del ecuador, y Gondwana, al sur, que a su vez también acabarían fragmentadas y darían lugar a los continentes actuales. Observar la flora y la fauna de Tasmania permite descubrir la huella de aquellos descomunales procesos geológicos. Así, en la isla se pueden encontrar especies emparentadas con los árboles que crecen en Chile, Australia, Nueva Zelanda y otros territorios que formaron parte de la antigua Gondwana, como diversos representantes de los géneros Nothrofagus, Podocarpus, Dicksonia o Araucaria. Muchas, además, son endemismos surgidos del prolongado aislamiento de la isla, como 17 de sus 29 especies de eucalipto y, en general, 320 de las más de 1.600 plantas con flores inventariadas.

Tasmania tiene una vegetación muy diversa, pero probablemente su ecosistema más valioso y representativo son los bosques templados de alta montaña, en la meseta central de la isla, parajes poco accesibles donde es habitual que se superen los 2.000 e incluso los 3.000 litros por metro cuadrado de pluviometría media anual. El problema es que, a diferencia de los bosques de eucaliptos o de banksias de las tierras bajas, que utilizan el fuego para regenerarse, Atrhotaxis, Pherosphaera, Diserlma y otros géneros botánicos de estos ambientes alpinos salpicados de musgos no han evolucionado para sobrevivir al ciclo natural de los incendios: si se queman, se mueren inexorablemente porque sus semillas no rebrotan.

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Terrenos arrasados por el fuego en el interior de Tasmania. Foto: Dan Broun

Desde 1970, las lluvias en Tasmania se han reducido de tal manera que incluso en los ambientes alpinos se han secado grandes turberas milenarias y el paisaje estival aridece todos los veranos. La pasada primavera, por ejemplo, fue la más seca en Tasmania desde el inicio de los registros meteorológicos, mientras que el verano ha coincidido además con una fase cálida del fenómeno de El Niño.

Todo ello ha tenido como consecuencia que la caída de diversos rayos, un suceso natural que en otras circunstancias no habría tenido efectos, ha incendiado los suelos. «Estos hechos han ocurrido en el pasado, pero eran extremadamente raros, quizá una vez por milenio, pero ahora se suceden en muchos años», ha comentado David Bowman, profesor de Ecología Forestal de la Universidad de Tasmania. Entre 1993 y 2003, el Servicio de Parques y Vida Silvestre de Tasmania registró 17 incendios provocados por rayos, mientras que en la década siguiente el número aumentó a 30. En el año 2013, otro incendio generado por una tormenta eléctrica quemó 45.000 hectáreas. «Es evidente que el régimen de incendios está empezando a cambiar», ha afirmado David Lindenmayer, profesor de Ecología en la Universidad Nacional Australiana, en Canberra. Y los especialistas no tienen dudas del proceso que se encuentra detrás. «Yo soy de la opinión de que esto es el cambio climático», dice Bowman. «Necesitamos que la gente entienda que esto no es un hecho natural», concluye Broun.

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