UN ARBORETO RODEADO POR EL DANUBIO. Una visita botánica a Budapest, la hermosa capital imperial, no debería dejar de lado un recorrido por la isla Margarita, un gran parque situado entre dos brazos del Danubio que desde 1908 es un espacio público. La isla Margarita o Margit-sziget, que mide 2,3 kilómetros de largo y un máximo de 500 metros de ancho, se recorre a pie en un paseo muy agradable, lleno de rincones hermosos donde hacer un alto en el camino, pero también se puede alquilar una bicicleta o un minicoche eléctrico o incluso tomar un tren turístico que enlaza los dos extremos con diversas paradas. Los vehículos, salvo los que abastecen a los restaurantes e instalaciones de recreo, están prohibidos. Y eso es una delicia.
Los primeros asentamientos estables en la isla Margarita datan del siglo XII. Por aquel entonces era un coto de caza real conocido como Nyulak szigete o Isla de los Conejos (Insula leporum), aunque parece ser una confusión etimológica porque nunca los hubo. No existían tampoco, claro está, los dos señoriales puentes que en la actualidad enlazan con el núcleo urbano de Budapest, construidos en 1901 y 1950, y la única manera de acceder a ella era en barco. Además, la isla era más pequeña -hasta 1750 la constituían tres islotes muy estrechos- y se inundaba con facilidad.

El nombre actual de la isla también se remonta a la Edad Media. En el siglo XIII, el rey Béla IV cumplió un voto en señal de agradecimiento a Dios tras la marcha de los invasores mongoles y fundó en la isla un convento dominico al que envió como novicia a su hija pequeña, Margarita. Con el paso del tiempo, la isla acabaría siendo conocida con el nombre de la piadosa princesa, la futura santa Margarita de Hungría. Margit-sziget llegó a ser un importante centro religioso, con diversas iglesias, pero fue abandonada prácticamente durante las guerras otomanas del siglo XVI. Una placa de mármol recuerda la tumba de la princesa en las ruinas del viejo convento.

A principios del siglo XIX, bajo el impulso del archiduque József Antal (José Antonio), se impulsó un ajardinamiento que acabaría haciendo de la isla un gran jardín de estilo inglés, con mucho césped y lagos. Ello supuso perturbar la vegetación autóctona, que estaría formada esencialmente por robles, chopos, fresnos y sauces, y reemplazarla por una panoplia de 300 vistosas especies, buena parte de origen foráneo, como almeces americanos, plátanos, acacias de tres espinas, sóforas, arces sacarinos, ailantos, ginkgos, castaños de indias, robinias y una gran variedad de coníferas.
El archiduque José Antonio, a principios del siglo XIX, fue quien impulsó la transformación de la isla en un jardín de estilo inglés
Las inundaciones de 1837 causaron estragos entre los árboles y hoy apenas quedan ejemplares de más de dos siglos. Concretamente, el árbol más antiguo es una maclura (Maclura pomifera) que en 2016 tenía 215 años de vida. Hay también algunos pies que muestran las heridas causadas por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.



No obstante, la buena calidad del terreno y los aportes constantes de agua han hecho de la isla Margarita un lugar muy propicio para el crecimiento rápido de grandes árboles. Como elementos botánicos destacan los almeces americanos (Celtis occidentalis), omnipresentes en la ciudad de Budapest pero que en la isla alcanzan dimensiones soberbias. Junto a la fuente musical, que ofrece un espectáculo muy turístico, crece un pie que alcanza los 3,10 metros de circunferencia a una altura de 1,5 metros, como destaca el excelente registro de árboles Dendromania.hu.




En la gran explanada central pudimos observar un fotogénico arce menor (Acer camprestre) de 3,47 metros que daba sombra a un nutrido grupo de estudiantes. Y muy cerca había un nogal negro americano (Juglans nigra) de 4,38. Finalmente, y aunque en el resto de Budapest los hay aún mayores, en el sur de la isla Margarita destacan varios plátanos de sombra (Platanus x hispanica) de más de seis metros de circunferencia y unos 25 de alto.

La isla Margarita, que fue declarada parque público en 1908, es actualmente uno de los principales centros de ocio para los habitantes de Budapest -tiene puestos de helados y bebidas, un balneario, un minúsculo zoo, diversos monumentos, una fuente musical, un jardín de estilo japonés y un club deportivo, entre otros atractivos-, pero se puede pasear por sus 96 hectáreas sin sensación de aglomeración. Los árboles son los reyes.