Los abetos de Riu de Cerdanya, un bosque con historia

EL PARAJE SE SALVÓ DE UNAS TALAS POR LA PRESIÓN POPULAR. El abetal de las Bagues de Riu de Cerdanya, un bosque de propiedad municipal situado en el Prepirineo catalán, dentro del parque natural del Cadí-Moixeró, es un paraje extraordinario en el que al menos durante 40 años no se han efectuado trabajos forestales, lo que ha propiciado el mantenimiento de ejemplares centenarios y el surgimiento de un ecosistema muy rico en los troncos muertos que nunca fueron retirados, con omnipresentes musgos, líquenes y hongos. El ambiente, que en sus zonas más densas es oscuro y sombrío, además de tener un relieve abrupto, alberga dos ejemplares incluidos en el catálogo de árboles monumentales de la Generalitat de Cataluña.

Este recóndito y poco transitado bosque de 128 hectáreas saltó a los medios de comunicación en el verano de 2014 cuando la Generalitat concedió al Ayuntamiento de Riu de Cerdanya un permiso para talar algunos árboles. La Administración catalana argumentaba que las actuaciones serían muy selectivas y contribuirían a mejorar la salud del propio paraje, puesto que fomentarían una renovación al propiciar el nacimiento de ejemplares más jóvenes, además de favorecer económicamente al municipio. Era, según sus palabras, «un plan de gestión minimalista» con el objetivo de lograr «una estructura forestal equilibrada».

Las Bagues de Riu de Cerdanya son uno de los bosques más maduros de Cataluña. Llevan cuatro décadas sin aprovechamiento forestal

Sin embargo, diversas entidades locales y ecologistas, encabezadas por Accionatura y World Nature, iniciaron de inmediato una campaña en contra con el argumento de que las Bagues de Riu era uno de los abetales más maduros de Cataluña, con ejemplares añejos que superaban los 150 años, y sería una lástima que se perdiera este patrimonio único. De hecho, la zona había sido incluida en 2011 en un inventario realizado por el CREAF, centro de investigación forestal de la Universidad Autónoma de Barcelona, como uno de los 292 bosques más singulares de Cataluña. En definitiva, una de las joyas del territorio.

Finalmente, la Generalitat acabó cediendo a la presión y las talas no se realizaron, lo que ha permitido seguir disfrutando de este paisaje único. Con posterioridad, los dos abetos más destacados, con un tronco que supera los cuatro metros de diámetro, fueron incluidos en el catálogo de árboles monumentales y actualmente cuentan con una placa identificativa.

En cualquier caso, es necesario recordar también que las Bagues de Riu (o Baga de Riu) son un ecosistema modelado por la mano del hombre en los últimos siglos y que si no fuera por eso muy posiblemente sería mucho menor la presencia de abetos. En este sentido, investigadores del CREAF recuerdan que el pino albar era hasta 1910 la especie dominante en la zona, y que si ahora lo es el abeto es porque se han seleccionado ejemplares. El bosque de las Bagues fue explotado hasta los años 80 del pasado siglo, por lo que solo lleva cuatro décadas sin que se toque nada.

Para llegar a los árboles monumentales hay que dirigirse primero al pueblo de Riu de Cerdanya, situado muy cerca de la boca norte del túnel del Cadí, y luego proseguir seis kilómetros hasta el refugio del Serrat de las Esposes, donde se puede aparcar (y también comer). La carretera es de tierra, pero el firme está en estado aceptable.

Desde el refugio, el sendero principal que lleva hasta los árboles monumentales comienza en un carril a mano derecha -mirando hacia el sur- que está protegido por una cadena (el inicio es común a una tramo de la Cavalls del Vent, una prueba atlética de ultrarresistencia). El pino albar es el árbol dominante, y solo a medida que el bosque se hace tupido afloran los abetos.

En total son 9,2 kilómetros (4,6+4,6, ida y vuelta) que se realizan aproximadamente en una hora y media sin forzar, aunque el tramo final tiene una pronunciada subida y es mejor tomárselo con calma. No hay pérdida si se siguen los carteles explicativos y los mojones (de color rojo y luego color verde pistacho) que hay a lo largo de la ruta. La zona final se encuentra a 1.700 msnm.

Los dos árboles catalogados destacan porque no tienen el tronco fino, liso y sin ramas que caracteriza a muchos abetos, sino un fuste amplio y unas grandes ramas que le confieren un aspecto de candelabro. Además, crecen en una pronunciada pendiente. El primer ejemplar mide 4,04 m. de perímetro de tronco a la altura del pecho, mientras que el segundo, situado a unos 25 metros, llega a 4,11 m. Es difícil medir o estimar la altura porque el paraje es sombrío, pero la Generalitat indica en su web que la altura es de 22,5 y 28,5 metros.

El camino que lleva hasta la zona con los árboles más maduros está rodeado de prados que hacen las delicias del ganado (vacas y caballos), aunque un cartel indica también la presencia de corzo, jabalí y liebre, entre otros animales salvajes. En las cercanías hay asimismo un riachuelo y dos construcciones que parecen abandonadas.

Comparte

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *