‘ÁRBOLES EXTRAORDINARIOS’, UN LIBRO PARA SABOREAR. «Para los europeos del siglo XV –escriben Christina Harrison y Tony Kirkham, especialistas del Real Jardín Botánico de Kew, en Árboles extraordinarios (GeoPlaneta, 2019)–, la procedencia de la nuez moscada era un absoluto misterio. Las especias se compraban a mercaderes venecianos, que a su vez las habían adquirido en Constantinopla y a una cadena de otros mercaderes del misterioso Oriente. En torno a su origen se forjaron extravagantes mitos». Los frutos, no debe olvidarse, valían en peso más que el mismísimo oro. La historia prosigue y más adelante se desvela el misterio: «En 1603, una expedición encabezada por James Lancaster desembarcó en la minúscula isla de Run (o Rhun), un atolón a 16 km de las islas Banda principales. Allí abundaban los árboles de la nuez moscada, y tras haber causado los británicos una primera impresión favorable a los naturales de la isla, se inició el comercio». (…)

Harrison, escritora y editora de la revista Kew, y Kirkham, director del arboreto del mismo jardín botánico, han escogido sabiamente 60 especies muy variadas, desde la exótica nuez moscada hasta nuestros olivos o pinos piñoneros, los alerces de los Andes, los metrosideros de Nueva Zelanda, las píceas de Alaska, las metasecuoyas del interior de China o los mangles que dan lugar a los manglares tropicales, para sintetizar cómo son los árboles del mundo, qué nos ofrecen y qué relación hemos mantenido con ellos desde tiempos prehistóricos. A diferencia de los habituales manuales centrados en la identificación y la biología de especies, Árboles extraordinarios es un libro para leer disfrutando y abierto a todos los públicos. Literatura arbórea llena de anécdotas.
«La rama de olivo como emblema de paz tiene raíces antiquísimas, quizá desde la historia bíblica del arca de Noé, y hoy es todavía universal –prosiguen más adelante Harrison y Kirkham–. Las ramas de olivo figuran en la bandera de Naciones Unidas, donde circundan un mapa del mundo, y también en el Gran Sello o escudo de Estados Unidos, así como en las banderas de Chipre y Eritrea. Los astronautas de la misión Apolo XI de la NASA dejaron una ramita de olivo en la Luna (1969) como representación del deseo de paz para todos los pueblos». (…)
Los textos, además, se complementan con una excelente edición cuyo máximo exponente son las ilustraciones, procedentes en su mayoría del inmenso archivo de Kew y que incluyen, por ejemplo, miniaturas medievales del árbol de incienso, grabados médicos del siglo XVIII y fotografías victorianas del árbol de la quinina. Es una lástima, no obstante, que las explicaciones en estos casos sea demasiado concisa y no figure ni el autor del dibujo ni el año.






En lugar de estar ordenados alfabéticamente o geográficamente, como suele ser habitual, los árboles se dividen en seis capítulos temáticos. En el primero (Construir y crear), dedicado a los árboles como fuente de materiales para la construcción, se recuerda por ejemplo que el rey Salomón hizo traer del Líbano madera de Cedro para erigir su Templo de Jerusalén o que los bates de críquet se elaboran, o se elaboraban tradicionalmente, de una variante muy concreta de sauce llamada Salix alaba var. caerulea. Y también que, en China, cada vez que nacía una niña se plantaba una paulonia imperial, cuya hermosa madera servía para el arcón de su dote.
El rey Salomón hizo traer del Líbano una madera muy particular para erigir el Templo de Jerusalén. La respuesta a esta y otras muchas cuestiones se pueden hallar en el libro
El segundo capítulo, llamado Festines y celebraciones, se aborda el vinculo de los árboles con la alimentación y todo tipo de fiestas y rituales. En este sentido, se recuerda el carácter sagrado del cacao, cuyo origen, informan los autores, resulta no ser centroamericano, sino muy posiblemente de Ecuador y la región andina. Y citan también las peripecias marinas del cocotero, cuyo procedencia se desconoce, pero que se ha convertido en la planta frutal más extendida del mundo.
El titulo del tercer apartado, Curativos y mortíferos, no necesita explicación. Aquí se narra, por ejemplo, la famosa historia del quino y del descubrimiento de un alcaloide que se obtiene de su tronco, la quinina, que además de dar sabor a la tónica fue durante siglo la principal arma preventiva contra la malaria. El siguiente capítulo, Cuerpo y alma, recuerda el caso del incienso, que fue uno de los tres presentes ofrecido por los Reyes Magos a Jesús recién nacido, y otros árboles cargados de simbolismo, como la higuera de Bengala, árbol sagrado en la religión hinduista, cuyas raíces, tronco y hojas se asocian a las deidades de la creación.

El quinto capítulo (Maravillas del mundo) aborda los árboles como monumentos naturales. Es el momento, entre otras especies, de las secuoyas, los fresnos australianos de montaña, los abetos de Douglas, los kauri neozelandeses y otros gigantes cuyos ejemplares adultos superan fácilmente los 40 metros de altura y pueden llegar hasta los 115,9, como una secuoya roja bastante joven (600 años) que crece en el parque nacional Redwood, en California (EEUU), y que no fue descubierta hasta 2006.
Finalmente, la obra concluye con un recuerdo para nueve especies de árboles amenazados de extinción, con el ejemplo célebre del pino de wollemi, descubierto en 1994 y que se ha salvado de milagro de la oleada de incendios que ha arrasado buena parte del sudeste de Australia en los últimos meses. La extinción de cualquier especie, concluyen Harrison y Kirkham, «supone una tragedia porque representa la pérdida de una parte integral del complejo entramado de la vida en el hábitat donde se ha desarrollado. Los árboles nos ayudan a prosperar y sobrevivir, pero también son pilares de ecosistemas estables y parte de inmensas redes ecológicas que sustentan a otras muchas criaturas vivas».
Árboles extraordinarios
Christina Harrison y Tony Kirkham
Título original: Remarkable Trees
256 páginas. GeoPlaneta, 2019
Traductor: Alberto Delgado. Revisión técnica: J. Alfredo Reyes
PVP: 27,95 euros