LOS JÓVENES ÁRBOLES CRECEN EN UN TERRENO VOLCÁNICO. El Croscat, situado en las inmediaciones de Olot, a unos 60 kilómetros de la ciudad de Gerona/Girona, fue el último volcán de la península Ibérica en entrar en erupción. Lo hizo en dos episodios acaecidos hace aproximadamente 17.000 y 13.000 años, un santiamén en términos geológicos, que acabaron formando un cono de 160 metros de altura todavía visible y sepultaron bajo la colada de lava unos 20 kilómetros cuadrados de terreno. Con el paso del tiempo, muy poco a poco, ese territorio absolutamente yermo se fue erosionando, empezó a ser recolonizado por la vida, prosperó la vegetación y hoy en día acoge un bosque de una belleza singular: la Fageda d’en Jordà (Hayedo de Jordà).
En otoño, cuando los árboles se tiñen de colores ocres y el suelo queda tapizado de hojas caídas, las familias con niños hacen cola para verlo. Y repiten otros años para volverlo a ver.


El hayedo, incluido dentro del parque natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, ocupa 700 hectáreas en las que los usos están regulados. Sin embargo, solo gozan de una protección absoluta las 60 hectáreas de la finca que son propiedad de la Diputación de Girona, en las que desde los años ochenta del pasado siglo no se efectúa ningún trabajo comercial. En los terrenos privados sí se permite cierto aprovechamiento del bosque, incluidas las talas controladas.
La antigua colada volcánica o «malpaís» sobre la que se asienta la Fageda es un terreno llano pero salpicado de protuberancias conocidas en la zona como «tossols», una especie de burbujas solidificadas que surgieron del contacto de la lava en movimiento con las marismas que encontraba a su paso. Los mayores tossols pueden alcanzar los 20 metros de altura. El carácter irregular y pedregoso del terreno y las dificultades para cultivar en él han contribuido sin duda a la preservación del bosque singular. El poeta Joan Maragall quedó cautivado y le dedicó un poema que en Cataluña se ha hecho muy popular.


Al margen de la herencia volcánica, lo más sorprendente de las hayas es que se encuentran en una latitud y a una altura, unos 550-600 metros sobre el nivel del mar, en las que teóricamente no debería haberlas. En el cercano hayedo de la Grevolosa, por ejemplo, medran a más de 1.000 metros.
Todo es debido a unas peculiares condiciones geoclimáticas. «Las hayas están en un lugar en el que no les tocaría -me explica Joan Montserrat, ingeniero forestal y técnico del parque natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa-, pero debido al fenómeno de la inversión térmica de la zona viven relativamente bien», aunque de inmediato precisa: «O más bien empiezan a sobrevivir debido al cambio climático». Pero las hayas son autóctonas, insiste el experto: «Si vamos más atrás, al Paleolítico, estaban mezcladas con los abetos ya que era una época más fría, según se deduce de los análisis polínicos».
- Las hayas se encuentran en un territorio teóricamente no apto para la especie. Si han prosperado es gracias al fenómeno de la inversión térmica
La causa de la inversión térmica es la cercana sierra del Corb, que provoca que el aire más frío y denso no ascienda y se asiente en el valle. El ambiente, a menudo con niebla, es ideal para las hayas y también para los robles pedunculados o carballos (Quercus robur), una especie actualmente muy escasa en Cataluña pero que mantiene en la Garrotxa algunos de sus últimos reductos.
«El hayedo es monoespecífico -prosigue el especialista- ya que en la zona no hay ningún otro árbol que pueda nacer y crecer bajo la densa sombra provocada por la copa de las hayas». Como comprueba enseguida el visitante, no hay apenas estrato arbustivo y sí zonas prácticamente despejadas. En cualquier caso, Joan Montserrat comenta a continuación: «Si se va calentando el clima y disminuye la inversión térmica, habrá otros árboles que acabarán dominando al haya, como posiblemente el roble pubescente (Quercus pubescens). Pero a largo plazo».
A diferencia de lo que sucede normalmente en los bosques de hayas del resto de Europa, donde es habitual encontrar ejemplares vetustos de troncos inabarcables, los árboles de la Fageda d’en Jordà tienen unas dimensiones más bien discretas. Buscando por la zona más transitada por los turistas, los mayores que localicé tenían un perímetro de tronco de 2,10 metros y una altura aproximada de unos 20-25 metros. Nada que ver con los gigantes de la Grevolosa. Es más, algunos son tan similares entre sí que parecen seguir una planificación humana.


La escasez de suelo fértil derivada de un pasado volcánico todavía reciente, unas lluvias que se encuentran en el límite de lo que necesita la especie y unos veranos muy cálidos han condicionado el tamaño de los árboles. Eso es evidente. También el elevado número de pies por hectárea. Sin embargo, si las hayas de la Fageda d’en Jordà no han crecido más es ante todo porque no han tenido tiempo. Son ejemplares bastante jóvenes. «Las hayas más viejas del hayedo tienen 120 años», explica Joan Montserrat.
Con anterioridad al siglo XX, todo el territorio era intensamente explotado para la obtención de madera y para pastoreo. «Las hayas estaban solo en los bordes de los campos, muy a menudo como referencia para marcar el límite de las fincas, o en las zonas más pedregosas -añade el especialista del parque natural-. En las fotos de principios del siglo XX se aprecia un hayedo muy joven».
«En general, el haya no ha sido favorecida por el hombre… Simplemente ha crecido mejor que el roble pedunculado, la única otra especie que podría dominar y que de hecho lo hace en algunos sectores», concluye Joan Montserrat. En la Fageda, al menos en los terrenos públicos, se intenta que el bosque vaya envejeciendo sin demasiada intervención humana». «Se pretende que el hayedo evolucione de manera natural -escribía el especialista en un artículo publicado en 2014-, que madure y envejezca y que mientras dura ese proceso se pueda seguir y conocer la evolución y el funcionamiento de un ecosistema sin ninguna intervención forestal». Es un fascinante objetivo.
Nombre del bosque: Fageda d’en Jordà (Hayedo de Jordà). Recibe este nombre de Teresa Jordà, propietaria de los terrenos en el siglo XVIII.
Extensión: El hayedo ocupa unas 700 hectáreas, de las que 260 constituyen una reserva natural dentro del parque natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa.
Protección: Desde 1982. DOGC n. 206 (1982)
Especie dominante: Fagus sylvatica.
Nombre común de la especie: Haya
Ámbito de la especie: Europa. Desde España y Grecia hasta el sur de Suecia y desde Francia hasta Rumanía-Ucrania. También presente en el sur de Gran Bretaña.
Perímetro del tronco a 1,30 m: Los mayores tienen un perímetro de tronco de 2,20 metros.
Altura: Entre los 10 y los 25 metros.
Edad de los ejemplares: Los más viejos, unos 120 años.
Altitud sobre el nivel del mar: 550 m.
Ubicación: Parque natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa (anotación Google Maps: 42.153849, 2.518010). Ver tarifas del aparcamiento (2020). Hay diversos senderos acondicionados. También se puede contratar una excursión en carromato con caballos.
Un clásico que siempre vale la pena revisitar. Gracias por la exhaustiva información.