El bosque de Muniellos, la selva asturiana

VISITA AL MAYOR ROBLEDAL DE ESPAÑA. «Mientras hablamos, oímos el chirrido que producen las sierras de acero que siguen descuartizando troncos milenarios. Tenemos la impresión de que, muy pronto, el bosque de Muniellos, escenario para un auténtico cuento de Caperucita, dejará de tener lobos, porque las bestias de Nuestro Señor, los enamorados urogallos y los líricos malvises [tordos] habrán sido expulsados por la técnica y la economía de este paraíso forestal», advertía en 1955 el periodista y escritor José Antonio Cabezas en las páginas del diario Abc después de una visita al inigualable paraje. El reportaje iba ilustrado con una foto de un roble talado, «cuyo grosor supera en mucho la altura de un hombre», dispuesto para su traslado a la serrería.

El bosque de Muniellos, situado en el suroeste de Asturias, es un lugar único por la belleza y variedad de sus paisajes, con cursos fluviales prácticamente inalterados, robledales impenetrables, lagunas de origen glaciar y montañas escarpadas en las que se respira tranquilidad, así como por la riqueza de su fauna, cuyos máximos representantes son el oso, el lobo, la nutria y el urogallo, siempre esquivos aunque sepamos que están allí.

Sendero adaptado al inicio del recorrido. Foto: arbolesconhistoria.com

Sin embargo, quizá lo más impresionante de Muniellos es que ha sabido sobreponerse a la destrucción después de que los aprovechamientos madereros del siglo pasado estuvieran a punto de acabar con él. La última tala se produjo en 1973. Desde entonces, las administraciones han dejado que la naturaleza siguiera su curso sin más intervención humana que la adecuación de los caminos para facilitar la visita y otras actuaciones mínimas. El resultado ha sido impresionante.

Las talas cesaron en 1973. Desde entonces se ha dejado que la naturaleza siguiera su curso

Protegido desde 1982 como reserva integral, el bosque de Muniellos forma parte del parque natural asturiano de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias y está catalogado por la Unesco como Reserva de la Biosfera. No tiene núcleos de población en su interior. Eso sí, la entrada es un privilegio del que solo pueden disfrutar unas 20 personas diarias -el cupo máximo de entrada- y la visita debe efectuarse sin desviarse de las rutas marcadas. «La protección es total. No se puede sacar ni una hoja. Desde hace años aquí no entra ni el ganado», insisten en el centro de recepción. En época veraniega, cuando nosotros accedimos, es necesario reservar con bastante antelación.

Cartel indicador de la ruta. Foto: arbolesconhistoria.com

Muniellos, cuyo nombre deriva posiblemente de las «muniellas», como son conocidas las comadrejas en la comarca, ocupa 5.500 hectáreas perteneciente al municipio de Cangas del Narcea. Se trata de un relieve accidentado, auténtico rompepiernas, con alturas que oscilan entre los 680 metros de la entrada por la Casa del Guarda y los 1.640 metros del pico de la Candanosa. La fuerte pendiente hace que en gran parte de las laderas de la reserva dominen «áreas de roquedo desnudo, canchales y campos de bloques», como destaca la consejería asturiana de Medio Ambiente, por lo que los visitantes harán bien en ir equipados con calzado adecuado.

La protección es total. Solo pueden entrar 20 personas diarias previa reserva

El territorio está avenado por el Tablizas, también conocido como río Muniellos, y una multitud de pequeños cursos de aguas cristalinas que van a dar al Narcea. A mediados del pasado siglo llegó incluso a haber una presa hidroeléctrica que abastecía un aserradero, pero acabó desmantelada.

Panorámica del valle desde la Laguna Grande. Foto: arbolesconhistoria.com

El recorrido habilitado para las visitas circula en sus inicios por un bosque denso y húmedo, pero el terreno se clarea a medida que se asciende en dirección a las lagunas, seis pequeñas masas de agua (baño prohibido) que son el destino final de la ruta más habitual. Desde lo alto, las vistas son excepcionales. Cuando está despejado, claro está. En la Casa del Guarda de Tablizas, donde se ubica el edificio que sirve de recepción, se recogen nada menos que 1.800 litros anuales de lluvia por metro cuadrado y los días de niebla son constantes. En verano llueve menos. En invierno, con el robledal sin hojas, la nieve se acumula con facilidad y algunos caminos se vuelven intransitables.

El paisaje dominante y que ha hecho famoso a Muniellos es el robledal de roble albar (Quercus petraea), posiblemente la mayor masa continua y mejor conservada de la especie en toda Europa, que aparece salpicado de abedules, alisos, acebos, tejos, arraclanes y serbales. Quizá por el respeto que causaron entre los aserradores o por las dificultades del trabajo, lo cierto que algunos grandes robles sobrevivieron milagrosamente a las talas y ahora exhiben sus viejos troncos rugosos, en ocasiones de más de cinco metros de grosor. Otros murieron y ahora yacen en el suelo, sin ser retirados, para favorecer la colonización de insectos xilófagos. Luego, en las zonas más cercanas al sendero principal, que discurre paralelo al río Tablizas, sobre todo al inicio, se observan también arces blancos, algunas hayas inmensas, multitud de avellanos casi arbóreos y más raramente sauces, castaños, tilos y fresnos.

Haya majestuosa en los inicios del recorrido. Foto: arbolesconhistoria.com

La exuberancia y riqueza de Muniellos es conocida desde antiguo, como describe pormenorizadamente Juaco López Álvarez en La explotación de madera en el monte de Muniellos (Asturias) 1766-1973. Propiedad de la Casa de los Queipo (luego condes de Toreno) desde el siglo XVI, están documentadas las disputas con los vecinos por el acceso con el ganado a los pastos y la recolección de las bellotas para los cerdos. Sin embargo, el verdadero aprovechamiento maderero no empieza hasta 1768, cuando el rey Fernando VI ordena las primeras talas para la fabricación de navíos en el arsenal de la Armada en Ferrol. Para los trabajos, explica Juaco López, hubo que crear una carretera hasta Cangas, varios puentes sobre el Narcea y luego hacer navegable el río «para bajar la maderas desde aquella villa al puerto de mar de San Esteban de Pravia». La actividad se prologó durante diez años.

Juaco López también recoge las impresiones que el bosque le causó al botánico y explorador francés Michel Charles Durieu de Maisonneuve (1796-1878), que realizó en 1835 un viaje por Asturias para recoger plantas: «En casi toda Asturias faltan verdaderos bosques, exceptuando la zona occidental extrema, en su límite con Galicia, donde sí los hay enormes en la quebrada comarca del Monte Muniellos». Y más adelante proseguía: “Puesto que están llenos de osos, lobos y linces, les causan bastante temor a los tímidos asturianos que no se atreven a aventurarse en el interior de sus límites (…). Me fue tan difícil encontrar un guía que me quisiera acompañar al interior del bosque, que me adentré yo solo en esta inmensa soledad y avancé tanto como la prudencia y el recuerdo de mi esposa, mi hijo y mi anciana madre me lo permitieron». Por aquellos tiempos, la caza del oso era una actividad muy prestigiosa.

Paseo entre hayas y robles. Foto: arbolesconhistoria.com
Laguna Grande de Muniellos. Foto: arbolesconhistoria.com

La explotación forestal de Muniellos prosiguió en la segunda mitad del siglo XIX de la mano del inversor británico Melvil Wilson, entre otros, y rebrotó con fuerza a principios del siglo XX. En 1901, cinco socios asturianos, vascos y franceses compraron las tierras al conde de Toreno y al año siguiente constituyeron la Sociedad Bosna Asturiana. En Tablizas crearon una fábrica de aserrar, con talleres y casas para los empleados, y trajeron maquinaria para producir luz eléctrica y transportar la madera. El actual edificio de recepción fue la vivienda del director. Entre otras curiosidades, Juaco López explica que por aquel entonces llegaron cuadrillas croatas, maestros en el tratamiento del roble para duelas, las tablillas con que se forman las paredes curvas de un tonel. La actividad funcionó intensivamente hasta que un incendio en 1908 destruyó la serrería en su totalidad. La sociedad se disolvió en 1932.

Eduardo Hernández Pacheco, catedrático de la Universidad Central de Madrid y vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, fue el primero en reclamar públicamente la conservación de Muniellos: «La masa tupida de este bosque milenario que, en algunos parajes, aún no rompió el hacha del leñador -escribió en 1934-, apenas deja en algún sitio espacio a los fuertes robles y a ejemplares de arces, tejos y tilos. Allí viven, en seguro asilo, las inquietas ardillas y el gallo de monte, rara y codiciada pieza de caza, y a través de la maleza, que con las ramas y troncos muertos obstruyen el paso, se le abren los grandes animales salvajes, como el oso y el jabalí, el corzo y el rebeco, refugiados en este resto de selva primitiva[…] que está amenazado de desaparecer por la codicia humana».

Roble albar centenario. Foto: arbolesconhistoria.com

En 1952 se constituyó la empresa Muniellos SA, que sería la encargada de continuar con la explotación forestal. «En este último periodo se explota con más intensidad que nunca, gracias a la apertura de varias pistas y al uso de camiones con motor de gasolina, que facilitaron y abarataron mucho el transporte de la madera», escribe Juaco López. «A esto se sumará el empleo de la motosierra a partir de los años sesenta -prosigue el libro-, que favorecerá […] la tala masiva de árboles. La motosierra cambió radicalmente el trabajo de corta de árboles».

Las talas realizadas fueron tan abusivas que en 1964 el Patrimonio Forestal del Estado propuso un plan de repoblación «ateniéndose a la baja rentabilidad del monte en aquellos momentos y aconseja proceder a un cambio de especies». De aquella ‘genial’ idea del desaparecido Icona (Instituto para la Conservación de la Naturaleza) son herederas algunas manchas de pino albar y pino rodeno que se pueden ver en las zonas más bajas de la reserva. A finales de los 60 y principios de los 70, con la eclosión del conservacionismo y el surgimiento de figuras como Félix Rodríguez de la Fuente, que se manifestó a favor de la protección estricta, la historia de la Muniellos cambió. Finalmente, el Icona compró las tierras en 1973 por 34.000 pesetas de entonces, unos 200 euros, y la explotación cesó definitivamente ese mismo año. En 1982 fue declarado reserva biológica.


Nombre del espacio: Bosque de Muniellos.
Superficie:
5.488 hectáreas (54,88 km2).
Localización:
Concejo (municipio) de Cangas del Narcea (Asturias, España).
Accesos: Desde el pueblo de Moal, en la A-348 (a 20 km de Cangas del Narcea), tomar durante 4 km una pista indicada hasta el centro de recepción de Tablizas.
Ecosistema dominante:
bosque atlántico de media montaña. Bosque de roble albar (Quercus petraea) con abedules y hayas.
Sustrato geológico: F
undamentalmente, roca silícea.
Figura de protección:
Reserva natural integral dentro del parque natural de Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias. Es también zona especial para protección de las aves (ZEPA) y está incluido en la Red Natura 2000 como lugar de importancia comunitaria. Además, está catalogado por la Unesco como Reserva de la Biosfera.
Ruta:
El camino lleva desde el centro de recepción de Tablizas hasta los lagos de Muniellos, con un total de 16 km (ida y vuelta). El regreso se puede efectuar por un camino alternativo más montañoso que esta señalizado, con un total de 20 km (ida y vuelta). Nosotros, en el mes de julio, tardamos ocho horas en efectuar el camino principal, con descanso para comer. La ruta es sencilla, pero tiene momentos muy empinados. La hora de cierre obliga a mantener un ritmo constante. No apta para todos los públicos. Hay un tramo al inicio adaptado para personas con movilidad reducida. Cobertura telefónica escasa.
Visita y reservas:
Entrada restringida a un máximo de 20 personas diarias. Deben ser reservadas con antelación en la web oficial del Gobierno de Asturias. Por teléfono: 985 279 100. El plazo de solicitud de permisos empieza el 15 de diciembre del año anterior a la visita.

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1 comentario en “El bosque de Muniellos, la selva asturiana”

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