EVIDENCIAS ARQUEOLÓGICAS DEL PRIMER CULTIVO. El botánico sueco Carlos Linneo (Carl Nilsson Linnæus), el creador de la nomenclatura binomial de los seres vivos, propuso a mediados del siglo XVIII que el nombre científico del melocotonero o duraznero fuera Amygdalus persicus, «almendro de Persia», haciéndose eco de la creencia popular de que el apreciado frutal era originario del antiguo Irán.
De hecho, los romanos habían llamado al árbol Malus persicum, «manzano persa», y derivados del gentilicio latino estaban presentes en tiempos de Linneo en gran parte de las lenguas europeas, desde el francés (pêche), el italiano (pesca), el portugués (pêssego), el catalán (préssec) o el inglés (peach) hasta el neerlandés (perzik), el alemán (pfirsich) e incluso el sueco (persika) y el ruso (персик, persik). Medio siglo después, el melocotonero fue reclasificado e incluido en el género Prunus, en compañía del ciruelo, el cerezo y el albaricoque, pero tampoco entonces se puso en duda el origen. Así que su nombre científico se quedó hasta hoy como Prunus persica, «ciruelo de Persia». (1)
Sin embargo, pruebas arqueológicas recientes muestran que el melocotonero, o al menos los ancestros de las variedades cultivadas en la actualidad, no proceden de Irán, sino de China, donde empezó a ser domesticado hace ocho milenios a partir de variedades silvestres. De allí llegó a Japón, luego a la India y finalmente a Persia, desde donde saltó a Europa hacia el siglo IV antes de Cristo. Como sucedió también con el albaricoque, la naranja y otros frutales, Persia fue un importante centro difusor desde mucho antes de la consolidación de la Ruta de la Seda, lo que explicaría la confusión sobre el origen geográfico.

China, que produce más del 60% de los melocotones del mundo, mantiene una larguísima relación con Prunus persica y actualmente es posible encontrar variedades de cultivo adaptadas tanto al cálido sur subtropical como al frío y la sequía de regiones más septentrionales. Además, sobreviven diversas especies silvestres, entre ellas Prunus davidiana, P. mume y P. ferganensis, que se postulan como posibles ancestros del frutal doméstico de la actualidad.

La evidencia más antigua del cultivo procede de la zona más oriental del país, concretamente del yacimiento de Kuahuqiao, en el norte de la provincia de Zhejiang, donde un equipo encabezado por Gary W. Crawford (Universidad de Toronto, Canadá) y Yunfei Zheng y Xugao Chen (Instituto de Arqueología de Hangzhou, China) encontró un hueso de melocotón de hace 7.500 años, según la datación por radiocarbono. En otros cinco yacimientos del valle del Yangtsé, todos en la provincia de Zhejiang, también se han encontrado restos similares con una antigüedad superior a los cuatro milenios, por lo que los investigadores creen que el tramo final del río en sentido amplio es la región donde probablemente tuvo lugar la selección temprana de las variedades.
La evidencia más antigua de cultivo del melocotón se remonta a hace 7.500 años. La domesticación, no obstante, se prolongó durante más de tres milenios
No obstante, Crawford y sus colegas consideran que transcurrieron cerca de 3.000 años antes de que el melocotón domesticado se pareciera al fruto que conocemos en la actualidad. Además, el fruto carnoso no fue muy posiblemente el objetivo en los inicios de la selección, sino las propiedades medicinales de las semillas. También desde muy antiguo se seleccionaron variedades de floraciones vistosas con un objetivo meramente ornamental. A diferencia de la mayoría de los árboles, el melocotonero madura muy rápidamente y puede producir frutos en dos o tres años, por lo que la selección de los rasgos deseables podía obtener resultados con relativa rapidez.

En la antigüedad, el melocotón era el alimento favorito de los emperadores y reyes y se pensaba que aumentaba la longevidad y ahuyentaba los malos espíritus. Como enumeran Crawford, Yunfei y Xugao, la primera referencia escrita del melocotón se encuentra en el almanaque agrícola más antiguo de China, el Xiaxiaozheng, escrito en el cuarto milenio antes de Cristo, mientras que el Shijing o Libro de las Odas, una compilación poética vinculada a Confucio, de hace unos tres milenios, presenta la más antigua descripción botánica de la especie: “El melocotonero es joven y elegante, brillantes son sus flores… Abundantes serán sus frutos… Exuberantes son sus hojas”. El melocotón domesticado viaja muy temprano a Japón, hacia 4700-4400 a.C., mientras que en la India se menciona por primera vez en un texto escrito en el 1700 a.C.
La leyenda repetida hasta la saciedad cuenta que Alejandro Magno fue quien introdujo los melocotones en Grecia después de conquistar el imperio persa de Darío III, en el siglo III antes de Cristo, pero no se ha encontrado evidencia histórica que lo demuestre, según insiste el blog AncientMedicine.org, auspiciado por la Universidad Humboldt de Berlín. Los autores sospechan que la fruta ya era conocida en tiempos anteriores al caudillo macedonio. «Si había una fruta deliciosa creciendo en Persia, un lugar bien conocido por los griegos antes de la época de Alejandro -afirma-, ¿por qué los griegos no sabían de su existencia? ¿Los persas se lo ocultaron a los griegos por despecho?».
El frutal no tardaría en llegar a Roma. Las representaciones artísticas más antiguas que se conocen del almendro persa se encuentran en dos fragmentos de pinturas murales, fechadas en el siglo I d. C., en Herculano, conservadas gracias a la erupción del Vesubio del 79 d. C. y que ahora se pueden observar en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Sin embargo, parece ser que el melocotonero nunca llegó a ser una fruta muy popular en Europa y después del hundimiento del Imperio romano cayó casi en el olvido. Su renacimiento no llegaría hasta bien avanzada la Edad Media, con el impulso proporcionado por la Ruta de la Seda. La primera mención medieval en Europa corresponde a un texto de agricultura en árabe del siglo XIII, obra del andalusí Ibn al-Awwam.

Luego, en el siglo XVI, españoles y portugueses introdujeron el cultivo del melocotón en Florida, México y Sudamérica. A Inglaterra y Francia no llegó hasta el siglo XVII, aunque en sus inicios siempre fue un regalo costoso. La expansión mundial como alimento de primera magnitud es relativamente reciente.
(1) El término español melocotón, documentado por primera en 1513, se sale de la norma y procede del latín Malus cotoneum, equivalente a «manzano de membrillo». La forma albérchigo, todavía presente en algunas regiones españolas, aunque a menudo refiriéndose al albaricoque, también tiene el origen en M. persicum. En cuanto a durazno, la denominación más habitual en Hispanoamérica, deriva del latín durus acinus, «que tiene la piel dura».
!Qué interesante su artículo, y cómo aprendemos historia! Gracias.
Muchas gracias, Isabel, por el comentario.