LA AMENAZADA ESPECIE SE RECUPERA, PERO EL CAMBIO CLIMÁTICO ACECHA. Las vistas desde el sendero que lleva al pico de Torrecilla partiendo del área de descanso de Quejigales o las que se disfrutan recorriendo los caminos que se inician en Puerto Saucillo y se adentran por Puerto Bellina y Cuberos, por citar dos excursiones muy recomendables y accesibles en la Sierra de las Nieves, permiten contemplar como en ningún otro lugar una de las formaciones vegetales más singulares de la península Ibérica, los bosques de pinsapo, una reliquia de tiempos pretéritos mucho más fríos. No en vano, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, el recién creado parque nacional de la Sierra de las Nieves atesora el 72% de los pinsapares de España.
Lo que observa el visitante son árboles con el aspecto piramidal de los abetos. Las hojas son asimismo típicas de las esbeltas coníferas: pequeñas agujas unidas a la rama como si fueran una ventosa. Las piñas o conos, solo visibles en otoño, también crecen hacia arriba (luego se desintegran con rapidez una vez sueltan los piñones). Y los troncos son de color grisáceo. Sin embargo, no nos encontramos en los Alpes, en los Cárpatos o en los Pirineos, sino en un territorio del norte de la provincia de Málaga, prolongación meridional de la Serranía de Ronda, en el sur de España. Como subraya la web del parque nacional, por su fisonomía parece un bosque boreal de coníferas inmerso en una región de clima mediterráneo.

No es de extrañar que el naturalista, botánico y viajero suizo Pierre Edmond Boissier se quedara maravillado en 1837 cuando recorrió estas tierras a lomos de un caballo y catalogó científicamente la especie por primera vez. «Estaba lleno de curiosidad […] con el fin de observar un abeto del que había visto una rama sin fruto en el herbario del Sr. Haenseler en Málaga y que me parecía ser una especie nueva (…). Todo el mundo en Estepona conocía este árbol con el nombre de Pinsapo», escribió en Voyage botanique dans la midi de l’Espagne. Boissier también documentó en la zona un gran número de arbustos y hierbas, incluidos varios endemismos.
Los ancestros de los abetos europeos de la actualidad, cuyo origen parece situarse en los Balcanes, se extendieron por toda la cuenca mediterránea en épocas mucho más frías que la actual e incluso llegaron a atravesar lo que ahora es mar y se instalaron en el norte de África. Sin embargo, la llegada de temperaturas más suaves los dejó restringidos a zonas elevadas y aisladas, conocidas como refugios climáticos, que propiciaron el surgimiento de especies diferenciadas. Una de ellas es el pinsapo (Abues pinsapo).

Al margen de la Sierra de las Nieves, en España el pinsapo crece asimismo en la Sierra Bermeja, también en Málaga, y en la Sierra de Grazalema, ya en la provincia de Cádiz. Lo hace generalmente formando bosques densos monoespecíficos, aunque en las zonas más abiertas convive con quejigos, pinos (Pinus pinaster y Pinus halepensis), alcornoques, majuelos y arces (Acer monspessulanum y Acer opalus). El pinsapo es exclusivo de Andalucía, aunque los especialistas en taxonomía discuten si Abies marocana y Abies tazaotana, dos abetos estrechamente emparentados que habitan en sendos pequeños enclaves del norte de Marruecos, son especies independientes o dos subespecies.

El territorio de los pinsapos es fresco y lluvioso en invierno, condiciones ideales para la especie, pero caluroso y seco en verano, una adversidad a la que los árboles hacen frente morando en las zonas de más umbría, mirando hacia el norte. También se han defendido ascendiendo en altura, por lo general entre 1.000 y 1.800 msnm., aunque no es raro observar individuos aislados en cotas más bajas. Los pinsapos, que pueden medir más de 30 metros y superar los 400 años de edad, tienen además la capacidad de retener el agua de la niebla gracias a sus pequeñas agujas o acículas, las típicas hojas de las coníferas.
Los pinsapares se han recuperado en las últimas décadas, pero los incendios forestales y las temperaturas cada vez más altas amenazan su viabilidad futura
Aunque el pinsapo es popular en Europa como árbol ornamental debido a su hermosa coloración ligeramente azulada, en su hábitat natural está catalogado como especie amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y también está incluido en una directiva europea como hábitat de interés comunitario. Según datos del programa andaluz de recuperación, la superficie actual con presencia de pinsapo es de 8.146 hectáreas, de los que solo 1.250 pueden considerarse bosques maduros y bien conservados, aunque el total es un gran aumento comparado con las 3.500 hectáreas que se estimaban a principios de siglo XXI.

Los pinsapares sufrieron una regresión significativa en el último siglo debido fundamentalmente al sobrepastoreo y a los incendios, muy intensos en el periodo 1956-1977, y en menor medida a la extracción de madera para carbón, práctica controlada en la actualidad. Asimismo, en las últimas décadas se han visto afectados por el coleóptero Cryphalus numidicus, sobre todo en periodos secos, cuyas larvas se alimentan del tronco y pueden llegar a producir la muerte completa del árbol. Y otro problema no desdeñable es el carácter aislado de algunas de las poblaciones en Sierra de las Nieves, Sierra Bermeja y Sierra de Grazalema. «La discontinuidad espacial de los pinsapares supone un riesgo importante desde el punto de vista genético», advierte el plan de recuperación de la especie, coordinado por la Junta de Andalucía (gobierno autonómico).
El problema de los incendios es particularmente grave, como confirman dos siniestros registrados en Sierra Bermeja en tiempos muy recientes (2021 y 2022). El pinsapo no tolera el fuego porque, a diferencia de otros árboles, sus semillas no germinan fácilmente ni sus troncos rebrotan, lo que dificulta la regeneración natural. A todo ello hay que sumar que la repoblación es difícil porque se trata de una especie de lento crecimiento en edad temprana y altas exigencias de humedad.
La recuperación de los bosques de pinsapo en la Sierra de las Nieves se inició a partir de 1945, cuando el Estado compró los terrenos, y luego en 1959, cuando los ingenieros de montes José Ángel Carrera Morente y Miguel Álvarez Calvente repoblaron la zona con 20.000 pinsapos criados en macetas. Sin embargo, el año clave es posiblemente 1989, cuando se declara el parque natural y se restringe al máximo la explotación forestal. Un paseo por los bosques de Parauta o Yunquera permite observar pinsapares jóvenes, con menos de 40 años, junto a ejemplares centenarios.

De hecho, un estudio publicado en 2018 por Oliver Gutiérrez Hernández (CSIC y Universidad de Málaga), Rafael Cámara Artigas (Universidad de Sevilla) y Luis V. García (Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología del CSIC), con datos recogidos entre 2002 y 2016, confirmaba la buena marcha de la regeneración natural e inducida: «La tendencia -escribían- fue significativa en casi todos los tipos de formaciones y grados de cobertura».
«Aunque su tendencia a largo plazo es regresiva -reitera el plan de recuperación de la especie-, el pinsapo se encuentra en una fase de expansión en la práctica totalidad de sus núcleos. Esta recuperación se explica porque los factores de amenaza, derivados principalmente de la actividad humana y continuados en el tiempo, se han visto mitigados en los últimos años».

Dos años después, otro estudio encabezado también por Oliver Gutiérrez recordaba que el hábitat potencial del pinsapo se estaba reduciendo por el aumento de las temperaturas y otros factores vinculados al cambio climático. Las peores previsiones, subrayaba el trabajo, indican una desaparición total de la especie, mientras que en el caso de un «escenario con emisiones intermedias de CO2» [según el informe del IPCC] solo encontrarían refugio en las zonas más altas, unos territorios con viento intenso y en los que actualmente no se sienten a gusto (dominan las sabinas rastreras y los piornales).
En la misma línea se pronunciaba otro análisis, en este caso encabezado por Rafael María Navarro (Universidad de Córdoba), que sostiene que el 93% del hábitat óptimo para la especie habrá desaparecido en 2040 si no se logra frenar el calentamiento global. Solo quedará, subraya, en terrenos con suelos profundos, a una altitud elevada y en zonas de sombra, lo que compensa la falta de agua.

No obstante, los mismos autores del trabajo anterior advertían de otro problema. La floración primaveral se está adelantando y la fase de senescencia otoñal se retrasa, «observaciones que podrían estar relacionadas con el calentamiento global”, señalaban tras analizar una amplia serie temporal de imágenes satelitales de la NASA. Y todo ello supone «una mayor exposición de la especie a las heladas durante el periodo de floración y una mayor exposición a la sequía estival, que se adelanta a finales de primavera».
Espero que estemos a tiempo de cambiar la tendencia. De lo contrario, el futuro de los pinsapos dependerá de su capacidad para ascender hacia las cumbres y sobrevivir en pequeños enclaves en espera de nuevos y mejores tiempos. Si es que llegan…
Bibliografía recomendada en internet
Gutiérrez Hernández, Oliver; Cámara Artigas, Rafael; García, Luis V. Regeneración de los pinsapares béticos. Revista Pirineos, 2018. Ver más
Gutiérrez Hernández, Oliver. Impacto del calentamiento global en la distribución y supervivencia del pinsapo (Serranía de Ronda), Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, 2020. Ver más
Navarro Cerrillo, Rafael; Duque Lazo, Joaquín; Ríos-Gil, N.; Guerrero-Álvarez, J.; López-Quintanilla, J.; Palacios, Guillermo. Can habitat prediction models contribute to the restoration and conservation of the threatened tree Abies pinsapo Boiss. in Southern Spain? New Forest, 2021 Ver más
Junta de Andalucía. Plan de recuperación del pinsapo. Ver más