El parque Samà, un inesperado rincón romántico en Cambrils

LA FINCA TARRACONENSE SE CREÓ A FINALES DEL SIGLO XIX. El Parc Samà o parque Samà, uno de los mejores ejemplos de la jardinería de finales del siglo XIX en España, es una extensa finca (14 hectáreas) situada en un lugar inesperado, un anónimo paraje agrícola dominado por olivos y vides en el término municipal de Cambrils, a unos 25 kilómetros de la ciudad de Tarragona. Antes de cruzar la puerta de entrada es difícil imaginar que tras los muros perimetrales, presididos por una estrambótica torre visible desde lejos, pueda esconderse una destacada colección botánica, varios edificios singulares -incluyendo un palacete de estilo rococó-, un lago, una bodega-museo y hasta un pequeño zoo. Todo el conjunto está protegido desde 1992 como Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Jardín Histórico.

La finca mantiene la propiedad familiar original, pero desde su reapertura en 2016, cuando concluyeron unos costosos trabajos de rehabilitación, se ha cedido la explotación turística a una empresa externa. Además de la visita, se alquila también para celebraciones y se organizan visitas para escuelas. El recorrido es libre, pero recomiendo concluir en el bar con mesas al aire libre, muy agradable si el día es soleado. Allí se puede conocer el proceso de elaboración del vermut Yzaguirre puesto que la empresa productora ha instalado un espacio de degustación con bodega.

Salvador Samà Torrents (1861-1933), segundo marqués de Marianao y miembro de una aristocrática familia barcelonesa que había hecho fortuna en Cuba, compró la finca en 1881 con el objetivo de construir en ella una lujosa residencia con jardín donde pasar el verano y celebrar reuniones. Samà Torrents, una persona de espíritu cosmopolita y muy interesada por el arte, fue un destacado miembro del Partido Liberal, diputado a Cortes, senador vitalicio y alcalde de Barcelona en dos breves periodos (1905-1906 y 1910-1911).

El diseño se encomendó al renombrado maestro de obras Josep Fontseré, el mismo que planificó el parque de la Ciudadela y el mercado del Born de Barcelona. Aunque las obras concluyeron en 1887, diversos herederos aportarían su sello particular hasta dar a todo el conjunto su aspecto definitivo, especialmente en lo concerniente a la ornamentación.

Siguiendo la moda que imperaba entre los indianos de la época, el marqués quiso un jardín romántico que le recordara los paisajes exuberantes de La Habana, donde su padre había sido alcalde, con abundantes árboles y un estanque con cascada, gruta, canal y mirador. Sin embargo, como lógicamente no pudo plantar tamarindos, ceibas u otros árboles de climas tropicales, hubo que echar mano de pinos carrascos y pinos piñoneros, que hoy en día forman el paisaje dominante junto a palmeras, cipreses, cedros y una plantación de cítricos.

Durante mi última visita (abril 2023), exuberantes glicinas y buganvillas daban un toque de gran color a una mañana luminosa. La plantación de lavanda lucía esplendorosa.

Como recuerda la muy completa web del parque, se trata de «un jardín claramente ecléctico que combina estilos». Y así es. Huyendo del clasicismo francés de líneas rectas, se apuesta por la asimetría tan característica del modernismo catalán, muy visible por ejemplo en la gruta, el mirador y otros elementos que rodean el lago, en cuyo diseño participó un joven Antoni Gaudí. Los mosaicos verdes y azules, así como los hierros forjados, contribuyen a embellecer el conjunto. Se trataba de naturalizar el entorno.

Sin embargo, aunque la citada web se refiere a un “caos elegante”, también es cierto que el paso del tiempo ha sido implacable y hoy todo el conjunto tiene un aire decadente, casi kitsch. Quizá la culminación de todo ello son los elementos zoológicos, como un recinto para gamos, los pavos reales que se pasean en libertad o algunas vistosas aves tropicales en varias pajareras, aunque sin duda son también un atractivo para las numerosas familias con niños que frecuentan el parque.

Los promotores del parque recuerdan que las aves son un homenaje al fundador, un gran enamorado de la fauna de ultramar. De hecho, en tiempos de Samà Torrents, el jardín estaba dotado de diferentes pabellones y jaulas que llegaron a albergar lobos, monos, cocodrilos y avestruces. Las instalaciones actuales, insisten, se han construido teniendo en cuenta parámetros de educación y bienestar animal.

El Parc Samà ha pasado en su centenaria vida por diversas vicisitudes. En 1936, por ejemplo, durante la guerra civil española, el palacio y los jardines fueron confiscados y reconvertidos en centro de instrucción militar de las autoridades republicanas y también en hospital de campaña para los heridos. En la posguerra, el parque se transformó en finca agrícola con la plantación de olivos, vides y avellanos.

Desde un punto de vista botánico, el jardín alberga una destacada colección de árboles, varios de ellos centenarios y sin parangón en muchos kilómetros a la redonda. Siete de ellos están catalogados como árboles monumentales por la Generalitat de Cataluña.

Siete de los árboles están catalogados como ejemplares monumentales. Destacan ante todo cuatro cedros del Atlas de la zona central

Los más destacados son posiblemente cuatro cedros del Atlas situados en la zona central, cerca del dormidero de anátidas, y que datan casi con toda seguridad de las primeras plantaciones acometidas en el parque a finales del siglo XIX o principios del XX. Alcanzan los 25 metros de altura y un perímetro de tronco superior a los 3 m. De la misma época son varios pinos piñoneros y carrascos cercanos, uno de los cuales descuella por su gran copa aparasolada junto al lago. Muy vistoso es también, especialmente en otoño, cuando sus hojas se tiñen de color ocre, el ciprés de los pantanos o taxodio (Taxodium distichum) situado en el lugar más noble del estanque. No tiene pérdida.

Otro elemento muy destacable son las palmeras, unas 800 según la guía turística del parque, incluyendo algunos ejemplares altísimos de palmera canaria y palmera datilera y especies poco comunes como Dypsis decaryi, Phoenix roebelenii y Phoenix reclinata.

Como árboles vetustos pueden citarse asimismo dos ejemplares situados en la parte trasera de la casa señorial, un poco alejados del recorrido principal para los turistas: uno es un gran roble común o carballo (Quercus robur), una rareza en Cataluña, y el otro es un almez (Celtis australis) adosado prácticamente a la muralla sur. Finalmente también se cuentan ejemplares destacados de plátano de sombra (Platanus x hispanica), castaño de Indias (Aesculus hippocastanum), eucalipto (Eucalyptus globulus) y tilo (Tilia tomentosa), entre otras especies.

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