UN JARDÍN EXTRAORDINARIO CON 20.000 ESPECIES DIFERENTES. Adolf Engler, uno de los mayores botánicos de su tiempo, recibió a finales del siglo XVIII el encargo de planificar y construir un nuevo jardín botánico en Berlín para sustituir al viejo recinto universitario que se ubicaba en el barrio de Schöneberg, cerca del Kleistpark, que se había quedado pequeño para las plantas de la colección y además quería incorporar un arboreto y unos grandes invernaderos. Le ofrecieron un terreno de 43 hectáreas situado más al sur que hasta entonces se había dedicado al cultivo de patatas.
Engler aceptó el reto con el objetivo, como dejó escrito, de intentar reproducir “el mundo en un solo jardín”. Y vaya si lo logró.



Más de un siglo después, el Jardín Botánico de Berlín, en alemán Botanischer Garten Berlin, actualmente dependiente de la Universidad Libre de Berlín, es uno de los jardines más bellos y con mayor diversidad vegetal del mundo, además de una institución científica de primer orden, con un museo contiguo, una biblioteca y el mayor herbario de Alemania. Pasear por sus senderos es un placer. “Uno puede sentirse como Gulliver, puesto que el visitante se adentra en un bosque alemán y al salir se encuentra a unos pasos tan solo de los Alpes, el Cáucaso o el Himalaya”, subraya un folleto turístico.
El predio donde se encuentra el jardín estaba en aquellos tiempos en las afueras de Berlín, a caballo de las localidades de Lichterfelde y Dahlem, pero el crecimiento posterior de la capital alemana acabó absorbiéndolas y hoy en día ambas pertenecen administrativamente al distrito de Steglitz-Zehlendorf.
La primera vez que se planteó cambiar la ubicación del viejo jardín de Schöneberg fue en 1888. Al margen de la necesidad de espacio, sus gestores deseaban también un lugar más alejado de la contaminación del centro de Berlín. Además, la venta de los preciados terrenos permitiría financiar otros edificios universitarios, entre ellos una ampliación del recinto hospitalario de la Charité.

Friedrich Althoff, alto funcionario del Ministerio de Educación y gran impulsor de la ciencia en Alemania, encargó al eminente botánico Adolf Engler y al arquitecto Alfred Koerner que trazaran un plan para la construcción del nuevo parque botánico. Engler fue nombrado director en 1889. Tras el visto bueno del kaiser Guillermo II, en 1897 se inició la construcción del recinto y los edificios. Aunque el área al aire libre se completó en 1904 y ha estado abierta a los visitantes desde entonces, la inauguración oficial del jardín y del museo anexo no tuvo lugar hasta 1910, una vez terminados todos los edificios.
El objetivo de Engler era mostrar las plantas de las diferentes partes del mundo y sus hábitats en su entorno lo más natural posible. Para ello se adecuó la estructura y el tipo de subsuelo y se movieron 136.000 metros cúbicos de tierra. Según su diseño, que ha permanecido hasta nuestros días, los dos principales ámbitos del jardín, con una frontera difusa sobre el terreno, son el arboreto y lo que se conoce como recintos geográficos. El primero, que ocupa 14 hectáreas, reúne los árboles agrupados por géneros, mientras que el segundo, con una extensión similar, intenta reproducir ecosistemas completos, incluyendo arbustos.


También se creó un lago en su zona sur, junto a la entrada de Unter den Eichen, y se levantaron 8.000 metros cuadrados de invernaderos con calefacción, todos muy cercanos. Uno de ellos, la Gran Casa o Pabellón Tropical (Große Tropenhaus), creado por su colega Koerner en estilo Art Nouveau, mide 60 metros de largo y tiene una altura de 25 metros, por lo que sigue siendo un siglo después uno de los mayores del mundo (gracias, eso sí, a una gran renovación en 1969, luego de un incendio, y otra reforma completa en 2006). La mayoría de los restantes invernaderos fueron demolidos y reconstruidos entre 1979 y 1987.
Entre otras instalaciones, para suministrar calor a los invernaderos se construyó una central térmica independiente que consumía 1.500 toneladas anuales de carbón. La central estuvo conectada hasta 1967, cuando el Jardín Botánico se conectó a la red de calefacción urbana. Asimismo, se crearon dos pozos de 50 metros de profundidad, aún en funcionamiento, para satisfacer las necesidades masivas de agua (la de los edificios procede de la red pública).


Durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial se perdieron gran parte de la biblioteca y del herbario
Los años de la Alemania nazi supusieron un gran revés para el jardín y su museo. Primero, se restringieron los contactos y los intercambios internacionales necesarios para el trabajo científico; luego, los efectos de la guerra llegaron a Berlín y dejaron tras de sí su destrucción. Por ejemplo, se murieron gran parte de las plantas de los invernaderos al romperse los cristales por efecto de los bombardeos y entrar en contacto con las frías noches berlinesas. En 1943, una bomba explosiva cayó en el herbario y en la biblioteca y las llamas acabaron con buena parte de su contenido, incluidas piezas irrecuperables que tenían 300 años de antigüedad.
Después de la guerra, los aliados pusieron el jardín botánico bajo el control de la Administración de la ciudad y el jardín volvió a estar abierto al público en el otoño de 1945. Después de que los espacios abiertos se utilizaran para cultivar hortalizas hasta el final del bloqueo de Berlín, la reconstrucción comenzó en 1949 con ayuda financiera estadounidense. El Pabellón Victoria (Victoriahaus) fue el primer gran invernadero que reabrió sus puertas, en 1950. En 1968 se completó la reconstrucción del jardín con la reinauguración del Pabellón Tropical.


Según he encontrado en la prensa local, pero no tengo manera de garantizarlo, el Jardín Botánico de Berlín ocupa en términos de biodiversidad el tercer lugar en el mundo con 20.000 especies diferentes, solo superado por los Jardines Reales de Kew, en Londres, y por el Jardín Botánico de San Luis, en Misuri (EEUU). La planta más antigua del recinto berlinés es una cica de 160 años que ya crecía en el antiguo jardín de Schöneberg.

En cuanto a árboles, destacan en el arboreto una gran variedad de manzanos, serbales, perales y otros frutales, así como algunas coníferas de tamaño monumental, entre ellas metasecuoyas, cedros, píceas y tuyas, y un curioso bosquete de abeto de Sicilia, una especie en grave peligro de extinción. Los recintos geográficos, por su parte, presentan ecosistemas completos, desde la península Ibérica hasta el Himalaya o Japón. El jardín, inmenso, incluye también el llamado Jardín Italiano, junto a la cafetería, con jardines de flores en disposición rectilínea, así como una zona de plantas herbáceas y medicinales muy interesante.
Adolf Engler falleció en 1930, pero su espíritu pervive en el jardín. Y nunca mejor dicho: su tumba y la de su mujer, muerta 13 años después, pueden visitarse en el mismo recinto que él creó. Están al lado del Museo Botánico, junto a la entrada por Königin-Luise-Platz.
Muy interesante
Gracias por el comentario, Juan