Pinares de Rodeno: rojo y verde en la sierra de Albarracín

TERRITORIO DE ARENISCA. En el paraje de los Pinares de Rodeno, situado en la sierra de Albarracín, en el sur de la provincia de Teruel, el verde de las copas de los árboles y el rojo de las rocas donde crecen se combinan para crear un paisaje de un colorido fascinante.

El espacio natural, que ocupa una superficie de 6.829 hectáreas, fue catalogado en 1995 como paisaje protegido por el Gobierno aragonés por constituir “un magnífico ejemplo” de amalgama entre geología, flora, fauna, pinturas rupestres y actividades humanas tradicionales. Hay de todo. Basta con acercarse al área recreativa del Navazo, donde se han acondicionado varios senderos para todos los públicos, para poder comprobarlo en cuestión de una hora u hora y media. Una visita posterior al centro de interpretación de Dornaque es un complemento muy recomendable.

Rocas y árboles, los dos grandes protagonistas del espacio natural, comparten el nombre de “rodeno”, un término con una peculiar etimología pues procede del latín “ravidus”, que equivalía a “grisáceo”, pero en español ha evolucionado para referirse a los objetos rojos, colorados, bermejos. Rodenos son los troncos del aquí omnipresente Pinus pinaster, conocido en otras zonas como pino resinero o negral, y rodena, tirando a rosácea o burdeos, es también la arenisca que domina por estos lares.

Las rocas de arenisca roja, un tipo de formación conocida internacionalmente con el nombre alemán de Buntsandstein, surgieron en el Triásico inferior, hace unos 250 millones de años, “por la consolidación y cementación de grava rodada y arena, ambas sedimentadas en ríos y abanicos aluviales”, según subraya un prospecto sobre la geología de la zona editado por la Diputación de Teruel y la Sociedad Geológica de España. Luego explica la peculiar coloración: “En el largo tiempo transcurrido entre episodios de lluvias torrenciales, la arena pudo ser arrastrada y acumulada en forma de dunas. Una vez consolidada, el ambiente cálido y seco propició la oxidación de los componentes de hierro. Ese óxido férrico, aunque muy minoritario en el conjunto de la roca, es el que la tiñe con su característico color rojo”.

El óxido férrico, aunque muy minoritario en el conjunto de las rocas, es el que las tiñe con su característico color rojo

Los agentes atmosféricos no han cesado desde entonces hasta crear formas redondeadas muy características y un sorprendente suelo polvoriento y poco fértil. En las areniscas surgen formas caprichosas como las gnammas o pilancones, que parecen aljibes tallados en la roca, así como los llamados taffoni, huecos o cavidades de aspecto redondeado. Gracias a esta actividad geológica, los pinares de rodeno se han convertido en los últimos años en un importante lugar donde practicar la escalada. Por las formas y por la belleza. Durante mi última visita (mayo 2023), varios aficionados se preparaban con sus arneses, mosquetones y demás en el aparcamiento principal.

Los pinos rodenos han sabido adaptarse a estos suelos silíceos pobres en nutrientes y a unas condiciones climáticas rigurosas. En estos rincones de la sierra de Albarracín, con alturas comprendidas entre los 1.096 y 1.602 metros, son frecuentes las heladas hasta bien entrada la primavera y los veranos secos de solemnidad. Sin embargo, los pinos se sobreponen a las adversidades penetrando entre las rocas, rompiéndolas si es necesario, en busca de la última gota. O creando raíces superficiales.

Es ciertamente enorme la plasticidad de la especie, como lo definen los especialistas, puesto que el P. pinaster también está presente en las costas de Galicia, donde es muy habitual fruto de repoblaciones, en las Landas y en la sierra de Cazorla, entre otros muchos emplazamientos con climas muy diferentes.

La explotación de los pinos para la obtención de resina -de las siete especies ibéricas, Pinus pinaster es la más adecuada- fue la principal actividad económica de la zona hasta que cesó hace medio siglo, aunque leo en la prensa local que un empresario está decidido a mantener la tradición y ha reiniciado los trabajos. De hecho, la extensión actual de los pinares de rodeno es mayor de lo que cabría pensar atendiendo a los requerimientos de suelo y clima, y ello es porque desde antiguo se ha favorecido su presencia y eliminado competidores.

La explotación de la resina cesó hace medio siglo

Lo que no observo son masas de ejemplares maduros de pino rodeno, al menos en las zonas próximas a los senderos más concurridos. Son más bien bosques densos y jóvenes, y la única explicación verosímil es que la zona fuera aprovechada para explotación maderera o se viera afectada por incendios en décadas pasadas.

Entre los pinos se aprecia un sotobosque poco denso de gayuba/uva de oso, cantueso, brezo y jaras, entre otros arbustos, salpicados de variedad de enebros (Juniperus communis, Juniperus phoenicea y Juniperus oxycedrus) y sabinas (Juniperus thurifera). Más raramente se observa alguna encina. Según los carteles indicadores, en barrancos y zonas húmedas aparecen álamos, sauces, avellanos, espinos albares, guillomos y acebos, mientras que en las zonas calizas del suroeste se puede encontrar el pino negral o salgareño (Pinus nigra).

Entre los mamíferos más características del paraje destacan el jabalí, el corzo, el zorro, el ciervo, la garduña, la ardilla común y la liebre. Hace medio siglo se cazó el último lobo. Entre las aves, los pinares son refugio del chochín, el carbonero, el piquituerto, el búho chico, el cárabo, el gavilán, el águila calzada y el azor, entre otras. Por último, en los roquedos destaca el águila real, el halcón peregrino, el cernícalo y el búho real.

Pinturas rupestres

Por último, pero no menos importante, los pinares de Albarracín resguardan en cuevas y paredes con oquedades importantes muestras de arte rupestre levantino -los primeros grabados se descubrieron en 1892-, lo que demuestra que la zona estuvo habitada desde tiempos prehistóricos. Datan de un amplio periodo comprendido entre 8.000 años y 2.000 años antes de Cristo. Entre las pinturas, muchas de ellas accesibles a través de senderos señalizados, destacan las que se pueden observar en el abrigo de los Toros del Prado del Navazo, la cueva de Doña Clotilde y la Cocinilla del Obispo. Unas vallas evitan que los vándalos puedan dañarlas, pero no impiden la visión. Las figuras representadas suelen ser humanos cazando u cocinando y escenas de animales.

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